miércoles, 22 de mayo de 2013
PROYECTO UBV
10:49 a.m.
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PROYECTO UBV
Aporte del Prof. José Javier Leon
Proyecto UBV
“Muchos tratados se han publicado
sobre la Educación en general, y algunos sobre el modo de aplicar sus
principios, á formar ciertas clases de personas; pero todavía no se ha escrito,
para educar pueblos que se erijen en naciones –en un suelo vastísimo –desierto-
habitable en gran parte- y transitable en casi todas direcciones: en un tiempo,
en que la luz de la razón alumbra los principales puntos del globo: y en unas
circunstancias, tan singulares, como las de la reacción de la ignorancia
abatida, contra la filosofía triunfante”
Simón Rodríguez
Compromiso con las comunidades
Si algo distingue a la UBV de las universidades
tradicionales, es su relación con las comunidades. A pesar de este enunciado
que sin lugar a dudas se ajusta a la verdad, es exigente una redimensión del
concepto “universidad”, en lo cual hay que insistir toda vez que la referencia
inmediata corresponde al mundo universitario clásico o tradicional. Sin irnos
más lejos, fue hace ya 40 años que la vieja estructura académica se vio sacudida
por vientos de renovación. Con el Mayo Francés (1968) y la Renovación
Universitaria (1968-69) (sin duda un eco de aquel) los estudiantes de entonces
intentaron abrir el claustro a la realidad, a la sociedad plural y diversa.
Pero las universidades mal se avienen con la realidad y con cualquier proyecto
de transformación. Predicar una misión transformadora como principio axiológico
para una institución como la universitaria es casi un contrasentido histórico.
Como lo afirma cáusticamente Enzo del Búfalo (2002), la universidad es una
institución surgida inicialmente de las prácticas mercantiles que el despotismo
papal utilizó para regimentar la producción del saber, que empezaba a
proliferar fuera de la escuela catedralicia, con el propósito de asegurar su
funcionalidad para el orden teocrático que quería consolidar (…)
A decir verdad, la universidad
nunca fue un centro de creación de nuevos conocimientos. La universidad fue
creada para controlar la transmisión de los nuevos saberes asociados a las
prácticas mercantiles y ponerlos bajo el dominio de la fe. Desde el principio,
fue un centro de legitimación y normalización de aquellos saberes que venían
empleados en la educación de las élites dirigentes: la eclesiástica en primer
lugar, pero también la aristocrática y la burguesa. Casi siempre la creación y
el desarrollo de saberes nuevos se hizo –al margen y con frecuencia en
oposición a la universidad- en el seno mismo de esas prácticas sociales de las
cuales surgen y son expresión directa (pp.168-170)
Esta cita de Del Búfalo nos pone en
situación de mirar la UBV como contrapoder o dispositivo contracultural. La UBV
como espacio para crear conocimiento pero desde prácticas académicas
marginales, esto es, la Universidad convertida en un espacio de construcción de
conocimiento a partir de las prácticas de investigación y educación que la
universidad tradicional no considera, no reconoce, soslaya e incluso persigue y
castiga. La UBV ha de convertir en central lo que para las Universidades
tradicionales es invisible, marginal, sospechoso y aun peligroso, pero ello
requiere nuevamente, por nuestra parte, de un esfuerzo de redefinición de los
clásicos postulados sobre educación, investigación, conocimiento.
En el año 1983, José Manuel Briceño
Guerrero afirma que en las universidades sobrevive un hecho milagroso que cura
de todo pesimismo radical:
En medio de ese océano de
circunstancias adversas hay una micronesia de humanistas y científicos que,
exiliados en su propia casa de estudios, mantienen en lo individual las virtudes
y las prácticas correspondientes a la esencia de la universidad (124).
De lo que se trataría entonces es
que la UBV fuera una suerte de patria hospitalaria para esos exilios, tierra
fértil donde lo extraño y la excepción fueran cotidianos. Debemos recordar,
además, como Enzo del Búfalo, que
la universidad nunca fue un centro
de creación de nuevos conocimientos. La universidad fue creada para controlar
la trasmisión de los nuevos saberes asociados a las prácticas mercantiles y
ponerlos bajo el dominio de la fe. Desde el principio, fue un centro de
legitimación y normalización de aquellos saberes que venían empleados en la
educación de las élites dirigentes: la eclesiástica en primer lugar, pero
también la aristocrática y la burguesa. Casi siempre la creación y desarrollo
de saberes nuevos se hizo –al margen y con frecuencia en oposición a la
universidad- en el seno mismo de esas prácticas sociales de las cuales surgen y
son expresión directa (pp. 169-170)
Las universidades clásicas o
tradicionales devinieron “centros de mercadeo de servicios educativos y en un
laboratorio de investigaciones cada vez más integrado a la máquina corporativa”
(170). Este pragmatismo condujo a que aquellos conocimientos que no aportaban
de manera significativa a dicha máquina se vieran reducidos y obliterados a la
hora del financiamiento para investigaciones, y en definitiva calificados de
inútiles. Aquellos saberes –afirma Del Búfalo- “que no pueden ser integrados a
la producción tecnológica se reducen a simples pasatiempos de individuos
particulares sin ninguna relevancia social” (170). No obstante, estos saberes
excluidos se resisten a la homogeneización “y con frecuencia plantean la mayor
posibilidad de cuestionamientos a los axiomas operativos vigentes” (171).
La universidad tradicional
“privilegia el postgrado como la actividad que mejor la conecta con el
laboratorio corporativo; mientras que el pregrado se convierte en extensión de
la educación media caracterizado por la misma superficialidad y simpleza”
(173). Es evidente que dicha simpleza repercute negativamente en la capacidad
noética del individuo, quien ve así dilapidada su soberanía. Afirma Del Búfalo
que
Mientras mayor sea el espesor noético de una persona, más profunda es su
capacidad conceptual, más rica y variada su emocionalidad, más fina su
sensibilidad, más amplio su mundo y mayor el dominio de sus circunstancias”
(173).
En este mismo orden de ideas, Ramón
Reig (2004) afirma que entre las estrategias para el control de las masas por
la clásica operación romana del divide
et regna, se encuentra, precisamente:
Debilitar todos los planes de
estudios. La enseñanza debe ser ante todo técnica, y cuando se trate de
enseñanzas sociales y de humanidades, debe ofrecerse sin metodología sincrónica
sino, sobre todo, diacrónica. De esta forma, la sociedad termina siendo
acrítica (149).
Esto trae a colación una acotación
hecha por J. M. Briceño Guerrero (2002), cuando distingue entre Ciencias y
Humanidades:
La investigación en Humanidades
difiere dimensionalmente de la investigación científica. Mientras ésta busca el
aumento del conocimiento en áreas específicas, aquélla busca desentrañar el
sentido de la vida (333)
De donde se deduce que existe una
tendencia en la educación universitaria tradicional a buscar menos el
desentrañamiento de la vida que la especialización en áreas específicas, con el
severo inconveniente en que o se pierde el sentido de la ciencia (deja de ser
“ciencia para la vida”) y a nada responde su aumento, o el sentido es el
sinsentido, la irracionalidad. Perdidos el sentido de la vida y de la ciencia
la universidad se desnaturaliza. Se pregunta y se responde el mismo Briceño
Guerrero:
En el mundo actual ¿cuáles son los
centros de conocimientos, reflexión y autocomprensión que iluminan al estado y
al pueblo? Sin duda aquéllos donde se cultivan las ciencias y las humanidades.
Entre nosotros ¿qué institución se encarga de ese cultivo? La universidad
primariamente, se supone. ¿Qué ha pasado con la universidad? Durante los
últimos veinticinco años, para limitarnos a lo vivencial, dos circunstancias
han influido sobre ella: el sostenido crecimiento de la matrícula estudiantil y
el aumento gigantista de los recursos financieros. ¿Qué ha hecho ante esa
situación? Adaptarse pasivamente a la mecanicidad del estado. Ha sido canal
selectivo para el ascenso socioeconómico, sus símbolos habilitan para una mayor
participación en el reparto. Ha sido efebofrura, su ámbito contiene, retiene y
entretiene a jóvenes que en su mayoría no obtendrán patente porque la movilidad
vertical no es ilimitada ni mucho menos. Ha sido sinecura para la ociosidad
estéril. Ha sido retaguardia logística y centro de reclutamiento en aventuras
políticas, paramilitares y hasta hamponiles. Ha sido campo de entrenamiento
para los cachorros del sistema. La habitan sectas dogmáticas anti-intelectuales,
roscas burocráticas, gremios insaciables, clubes políticos, asociaciones de
compadres, cofradías de borrachos –su nombre es legión- la parasitan
golosamente, en disputa, la empujan en todas direcciones y ella se agita como
un pelele sin ritmo ni concierto. Nadie toma decisiones, las decisiones son la
resultante mecánica de las fuerzas en juego a través de una inextinguible
polisinodia laberíntica donde se diluye homeopáticamente toda responsabilidad.
A esta visión dolorosa, que aunque
expuesta para una realidad de hace tres décadas todavía se ajusta a la casi
totalidad de la realidad de hoy, debemos responder los implicados en el
Proyecto UBV –insisto- con una reformulación del concepto universidad que rompa
la tendencia a la tecnologización suicida y comprenda la importancia de
encontrar en colectivo, en el marco de una nueva ética, un nuevo sentido a la
vida.
Pesa la sentencia aún más anterior
del maestro Simón Rodríguez (2004) cuando recuerda, con su ritmo sincopado
(escritura para leer y ver, escritura visual, pensamiento grafológico):
INSTRUIR no es EDUCAR
Ni la instrucción puede ser
equivalente de la Educación
Aunque Instruyendo se Eduque
En prueba de que con acumular
conocimientos, extraños al arte de vivir, nada se ha hecho para formar la
conducta social –véanse los muchísimos sabios mal criados, que pueblan el país
de las ciencias (41)
Más de 150 años después Del Búfalo
escribirá: “El objetivo de la universidad corporativa es el de entrenar sin
educar” (174)
Simón Rodríguez se refirió también
a la hoy llamada sociedad del conocimiento cuando afirmaba a mediados del siglo
XIX: “hoy no son pudientes los que TIENEN, sino los que SABEN más: estos deben
ocuparse en enseñar, ó en proteger la enseñanza, para poder disponer de masas
animadas, nó de autómatas como ántes” (45)… y como ahora, si atendemos a la
caracterización del “americano ingenuo” que describe Enzo del Búfalo (2002):
La «ingenuidad» del americano
actual manifiesta esencialmente su unidimensionalización, consecuencia
necesaria para la homogeneización democrática según el poder de la mayoría. El
americano ingenuo de ayer es hoy el zombi que piensa libremente de acuerdo con
las pautas del poder corporativo (167)
Esta ingenuidad o ignorancia (“Los
jóvenes americanos –dice Del Búfalo- llegan a la universidad ignorantes de ómnibus rebus et quibusdam aliis”
(165)), la unidimensionalización y la simplificación emocional, son necesarias
para el Poder despótico y su máquina corporativa. Control en la producción de
los saberes, manipulación mediática del deseo y uniformalidad emocional al
sernos programada la fantasía y la imaginación. Entre otros elementos, ello se
deriva de que la “máquina corporativa”, científico-tecnológica, es refractaria
a la poesía, cuando no desdeñosamente hostil, siendo que la poesía “es la
entrada a la multidimensionalidad del ser” (Del Búfalo: 177), lo que ayudaría a
cumplir la prerrogativa de J. M. Briceño Guerrero cuando afirma que las
Humanidades contribuyen a esclarecer el sentido de la vida. Vale entonces la
pena observar que la poesía, que enfrenta su más dura batalla –histórica-
contra el pensamiento único (ignorante y promotor de la ignorancia y fascista) establece
conexiones rizomáticas y coloca al individuo en una multiplicidad de relaciones que se resisten a ser reducidas a la uniformidad. La poesía es
expresión de la riqueza noética del sujeto, de su creatividad en la apropiación
de la realidad, de su soberanía sustentada por el deseo productivo, de su
individualidad que disuelve su núcleo duro, personal, en la singularidad del
acontecimiento (Del Búfalo: 177)
Es considerando esta dirección como
habría que entender –y replantear- lo que se conoció en la UBV como componente
“estético-lúdico”. En efecto, la dimensión poética implícita en este componente
se practicó, según creo, siguiendo la dinámica de producción de conocimiento
que impuso la racionalidad occidental científico técnica que antepone a la
verdad de un saber, los “efectos pragmáticos”. Exigir a la poesía, a la música,
al teatro, etc., “productos” es reducir a nada sus verdaderos efectos, los
cuales apuntan precisamente a la multiplicidad. Simón Rodríguez advertía: “Lo
que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no interesa”
(77). Al poder corporativo la poesía –y la filosofía- no pueden interesarle,
porque son irreductibles a la unidimensionalización, de ahí que busquen como
sea instrumentalizarlas de acuerdo al ideal positivista que persigue un vacío
conceptual enmascarado en un formalismo riguroso. La inutilidad de la poesía y
la filosofía se enfrentan a las aplicaciones tecnológicas efectivas, lo que
implica excluir a prioridad la posibilidad de toda revisión crítica de la
axiomática; es decir, del recorte de realidad establecido y su vinculación con
las prácticas sociales que sustentan ese recorte y de esta manera soslayar toda
referencia a las relaciones de poder que tejen tales prácticas (171)
La poesía y la filosofía –desde la
universidad corporativa- se reducen a “recortes” de la realidad, lo que
significa recortarlas del “continuum fenoménico” y a dejarlas sin sentido. La
poesía y el componente estético-lúdico deberían contribuir a que la
cotidianidad, y en un sentido amplio nuestra realidad, se viva como poesía
es decir, como realización del
deseo productivo en una multiplicidad de acontecimientos singulares en los
cuales los individuos se individualizan. El acontecimiento es la
singularización de una multiplicidad que tiene una intensidad afectiva, en el
cual el sujeto se desdibuja y el ser se disuelve; el acontecimiento es una
individuación de afectos y procesos.
Lo que redundará en el P-UBV-C,
toda vez que
Para que el individuo soberano
pueda llegar a apropiarse de toda la potencia social deberá convertirse en
individuo social: una figura que se individualiza en los acontecimientos.
Con lo que la implicación de la
comunidad de sujetos soberanos de la UBV dejaría de ser unidad trascendente al
plano social, sino antes bien, inmanente. Lo estético-lúdico no debe consistir,
pues, en actividades recortadas del continuum, “segmentadas por bloques
distintos de prácticas”, sino perspectiva ante el conocimiento que conduce a la
multiplicidad (por las vías de la transversalidad y la integralidad), al
conocimiento del ser y de la realidad, y a saberes integrados a prácticas
sociales que los producen y determinan.
Proyecto, más que una UC
La necesidad de considerar
“Proyecto” de modo integral, nada nuevo según se ha discutido muchas veces,
supone ir más allá de las (clásicas) exigencias académicas e incorporar el
trazado de un plan que le de sentido al total de las actividades que en la UBV
y la Misión Sucre tienen lugar en función del desarrollo de nuestras
comunidades.
Urge dicho plan toda vez que los
diferentes Programas y Unidades se encuentran aislados, llevando a cabo sus
objetivos sin duda con buenas intenciones y seguramente con el mejor de los
resultados –pero definitivamente parciales y sin posibilidades de prolongación
en el tiempo, coyunturales, de acuerdo a dinámicas marcadas por la unidad de
tiempo “semestre”, sin incluir los sábados y domingos, vacaciones y días
feriados, que nos llevan a la consideración de que las actividades escolares
responden a un tiempo-espacio extraño a la cotidianidad y atendiendo a la
división del tiempo espacio de trabajo que se remonta a la sociedad industrial.
En fin, las actividades universitarias y en general las escolares, por esta
razón no alcanzan a integrarse al tempo de las comunidades (suerte de
“cronotopo”) porque son una y otras vez interrumpidas por el “tiempo
administrativo-académico”-, y a la postre generan, a pesar de los esfuerzos que
se hagan, desarticulación y desmovilización, lo que nos lleva a considerar que
el objetivo –enunciado pero no expresamente formulado con atención a un plan
estratégico, según acciones coherentes y encaminadas a un fin- no se está
cumpliendo a cabalidad.
Proyecto UBV y Plan de Desarrollo
Comunitario
Se precisa pues insistir en la
formulación de un P-UBV según el más alto de sus requerimientos: participar en
el desarrollo del país, y en especial y de manera directa en el desarrollo de
las comunidades. “Una de las cosas que más profundamente tienen que cambiar en
el futuro de la escuela es su relación con el entorno social”, afirma Juan
Delval (2002). “…Las escuelas, insiste Delval, son instituciones que se
encuentran enclavadas en un medio social con el que generalmente mantienen
pocas relaciones” (142). Salir de esta “clausura temporal” es fundamental en el
P-UBV-C.
Existe en la actualidad el llamado
a la conformación de los Consejos Comunales (CC), y entre los objetivos de
estas organizaciones populares, y atribución de su Órgano Ejecutivo, según reza
en el Artículo 21 numeral 10 de la Ley que los rige, el diseño de un Plan de
Desarrollo Comunitario. Al
respecto, estas líneas de Omar Ovalles son
esclarecedoras:
En la Ley de los Consejos Comunales
recientemente aprobada aparecen las posibilidades reales para que estas
comunidades se apersonen en los procesos de elaboración y ejecución de
los planes de desarrollo institucional de cada unidad territorial, en los
cambios curriculares necesarios, en los programas de mantenimiento de
planta física y de seguridad ambiental o educación para el riesgo, en las
actividades culturales y en el accionar social local y en
general a todas las actividades que le dan vida a una Unidad
Territorial Integral de Educación Bolivariana y que se gestiona colectivamente
desde las instituciones escolares. Ellas hacen realidad el principio de
corresponsabilidad con el Estado en la marcha de nuestra sociedad
en un activo proceso de transformación profunda.
No me cabe duda de que la UBV está
llamada a participar directamente en la construcción con las comunidades de
este plan. Para acompañar a las comunidades en este proceso se precisa una
reingeniería al interior de la UBV en lo que a los supuestos administrativos,
académicos, epistemológicos, pragmáticos, se refiere.
No se nos debe escapar el hecho de
que las Unidades Curriculares (UC) están formuladas a priori. Este hecho es
comprensible dado que se concibe el conocimiento como algo ya dado. Cuando el
conocimiento ya existe, se entiende que deba ser buscado –y pasible de ser
encontrado- por ejemplo, en los libros (formación autodictada u orientada) o en
la Universidad (que al parecer no contempla la lectura sensu stricto, dado los
apreciables índices de baja competencia lectora que observamos), un
conocimiento entonces que nos “prepara” para actuar en la realidad, esto es, en
el mercado laboral. Se trata pues de un conocimiento que “capacita”.
Sobre ello es interesante observar
que las Universidades tradicionales capacita(ba)n para un país que
esencialmente ya existía, de acuerdo a un Proyecto Nacional trazado desde 1830,
como lo destaca Germán Carrera Damas (1997) cuando afirma que la Constitución
–de la IV República- no se contenta “con adoptar la estructura constitucional
liberal”, sino que pretende imponerla a perpetuidad:
“El gobierno de Venezuela es y será
siempre republicano, popular, representativo, responsable y alternativo”, a lo
que añade la limitación del ejercicio de la soberanía, por el pueblo, a las
elecciones (Art. 7º), y la adopción del principio de la división de poderes
(Art. 8º) (97)
De donde se desprende que a raíz
del actual proceso político en Venezuela (y con el nacimiento de la V
República) dicho país “ya no exista” al menos en los términos planteados por
estas Universidades, de ahí que sus “materias” ya no refieran a la nueva
Venezuela y que, en lugar de adaptarse a los nuevos tiempos, aparte de
enfrentarse violentamente al Estado, busquen la certificación de sus títulos en
el extranjero, como es el caso de la URBE (Universidad Rafael Belloso Chacín,
ubicada en Maracaibo) que afirma como parte de su estrategia de promoción que
los títulos que expide no necesitan revalidarse en EEUU.
Por otra parte, cuando el
conocimiento ya existe es preciso recibirlo de alguien que necesariamente lo ha
alcanzado y se encuentra por ello como en un grado superior de desarrollo,
facilitándonos así el ingreso a su área de especialización aunque con ciertas
reservas en consideración a una ética tácita (seudo mercantil) que lo conduce a
no decir todo lo que sabe pues pondría en riesgo su capital cognoscitivo. Esto
responde a una visión que supone un país o una realidad ya construida –no que
exista realmente sino en tanto y en cuanto responde a una racionalidad que se
autoproduce (de manera inercial, sin embargo, y por ende con tendencia a una
agresiva entropía), productividad que le da ese carácter de inevitable e
irreversible.
Sobre el capital cognoscitivo
Gabriel Zaid (1998) afirma con ironía:
“La verdadera función de un título
no es certificar el aprendizaje sino dar la oportunidad de aprender. Gracias a
un título se tiene acceso al poder: a la fe de los otros, a las relaciones, a
los contactos, a la información confidencial, a los lugares, a los
instrumentos, a los presupuestos: al privilegio de ejercer. Un título es una
patente de corso para cobrar por aprender”. Más adelante llega a afirmar: “Los
que tienen más currículo pueden quedarse con la plusvalía de los que tienen
menos: ganar más, comer mejor, viajar al extranjero, comprar en tiendas
especiales, dar órdenes (…) Credere: creer, crédito, credencial. Max Weber
(Economía y sociedad) mostró la evolución de la autoridad carismática a la
burocrática. Pudiera decirse que, paralelamente, hay una evolución del
prestigio personal al crédito académico” (pp. 43, 49-50).
En esto se funda el acto de
enseñanza y aprendizaje clásicos, sobre la base de pre-supuestos teóricos y
competencias prediseñadas.
Conocimiento y Soberanía
En la práctica existen los países,
exactamente los Estado Nación, pero sólo en tanto que articulados al mercado
internacional. Esto lo explica claramente Germán Carrera Damas (1983):
“Las determinaciones orientadas a
encarar estos problemas fundamentales de la sociedad, ya sea satisfaciendo
aspiraciones socioindividualistas, ya sea manipulándolas e ideologizándolas,
responden al logro de un objetivo global. Ese objetivo consiste en la
reanudación del proceso de implantación (del proyecto Liberal), y esto en
función de dos condicionamientos básicos: la promoción y preservación del
Proyecto Nacional como clave del control de la sociedad por la clase dominante,
y la definición de los modos de articulación de la clase dominante, en tanto
rectora del Proyecto Nacional, con el sistema capitalista mundial en expansión.
estas son las dos orientaciones básicas de todas las políticas que se van a
instrumentar” (96)
Más acá de esta vinculación, es
decir al interior de los países y en especial en lo que respecta al Pueblo, el
país no existe sino como aspiración de una patria o una nación más justa, más
democrática. “Tierra y hombres libres” ha sido una bandera constante de las
revoluciones y movimientos sociales en Venezuela. Las luchas por la tierra en
América Latina chocan contra las históricas Administraciones de los Estados
(definidos como propietarios del monopolio de la violencia legítima), vale
decir, contra sus policías y ejércitos. Para decirlo con Karl Marx: “«El
ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de
los negocios de la burguesía». En nuestro país, a partir de la llegada de Chávez
al poder, esto ha cambiando de manera drástica, de ahí la aversión que su
gobierno genera en la Comunidad Internacional liderada (y monitoreada) por EEUU.
Partir de la realidad para la
formulación de las Unidades Curriculares, va más allá del llamado currículo
flexible, que no es más que la diversificación de las ofertas tradicionales de
adquisición de conocimiento, las que el estudiante asume sin espíritu colectivo
y de acuerdo a empleos personales e individuales del tiempo, en el cual por
cierto cree ejercer algún tipo de soberanía.
La modernidad trajo consigo un
modelo temporal abstracto y separado de la naturaleza. En efecto, el tiempo que
se construyó en las abadías de la Edad Media, con sus horas canónicas, se
separó radicalmente del tiempo agrícola que existía fuera de sus muros, no
obstante, fue ese mismo tiempo artificial, dividido con exactitud mecánica, el
que desbordó los muros y se expandió en el Occidente moderno.
Con la modernidad nacieron el
mercado y el individuo. Todo sobre una medida laica y mercantil del tiempo.
Este devino medida y producción, y de la naturaleza y sus ciclos, pasó a las
horas de trabajo, a la jornada laboral, a la producción industrial medida con
rigurosidad mecánica. En el mismo siglo XIX hombres y mujeres presentían el
horror de un mundo inhumano: Frankestein (1818), Dr. Yekill y Mr Hyde (1886),
Drácula (1897), nacieron en la Inglaterra de la Revolución Industrial y como
críticas al cientificismo que comenzaba a imperar fuera de toda medida.
Con la deshumanización, proceso
también advertido por el filósofo español Ortega y Gasset, el tiempo se
convirtió en oro, acaso la última vuelta de tuerca, el último avatar desde
aquella máxima de Cristo “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para
el sábado”.
Dice Jacques Attali (2004): “El
calendario es asunto de poder en todas partes” (38). Surge cuando la vida se
complejiza, cuando aparece la división del trabajo y un clero fuerte que
“controla la organización y vela por el respeto de los ritos que prevén los
calendarios” (37).
Hubo un tiempo –nos dice-, después
de la caída del Imperio Romano en que ningún calendario ni ningún templo
“circunscribe la violencia que prolifera” (59), en la que Europa está casi
vacía, las ciudades son minúsculas, las naciones tienen una existencia
marginal. Es el tiempo que por Guy Bois conocemos como el del régimen de vida
comunitario, cuando la solidaridad entre campesinos garantizaba la seguridad y
la sobrevivencia.
Pero la Iglesia en los alrededores
del año mil introduce en el campo el mercado de tierras y prepara el terreno
para la economía feudal, para el crecimiento de las ciudades y el nacimiento de
los Estados. Con la Iglesia aparece el control del tiempo moderno. “La regla de
Benito –dice Attali- excluye la sorpresa, la duda, el capricho. A la
inseguridad del mundo, él opone la disciplina, la previsión” (61). Así, “en
medio de un mundo totalmente dominado por los ritmos agrícolas, los monasterios
benedictinos viven un tiempo diferente y son los únicos lugares donde el tiempo
cotidiano es el objeto de una reglamentación precisa” (63). Aparece entonces el
tiempo – espacio suspendido, aparte de la vida, reversible, controlable, que se
puede medir-. Se prepara el terreno para la proliferación de las formas de
conocimiento y de poder de Occidente.
Las ciudades crecen y la Iglesia va
cediendo frente a los poderes laicos. Con las ciudades el tiempo pasa a ser
administrado por los burgueses, que enseñan a sus hijos a respetarlo. “La manía
del rigor se impone a todos” (111). Entra el reloj en la vida cotidiana. De la
campana conventual se pasa a la atalaya, elemento típicamente urbano que
marcará las horas de reunión, comunicación y administración de los asuntos de
la ciudad. La ciudad con su control del tiempo y por ende de la vida se
convierte en el espacio de lo previsible, todo lo que esté fuera de ella
despertará temor, de ahí el histórico desprecio por los excluidos, portadores
de la incertidumbre, de la violencia: pobres, errabundos, campesinos “a quienes
han arrojado por los caminos la gran peste y el progreso de las técnicas
agrícolas” (103). Quedará el carnaval como único resquicio para que se exprese
el tiempo de “una clase popular que forma comunidad y que reafirma con esa
interrupción los valores de su propia cultura en oposición a la del poder”
(132).
Llevar el tiempo atado a la muñeca
significaba mayor estatus y era signo de que su portador controlaba el tiempo
–la vida y el trabajo- de (los) otros. La democracia llegó con la proliferación
de los relojes. En efecto, hubo relojes para todos, pero una hora única. El
obrero con su reloj no ajustaba su vida a su tiempo, sino a la hora de llegada
y salida del trabajo, a la hora general. Dentro de la empresa o la fábrica y
ante el reloj de la Central con su enorme y único timbre su reloj individual
nada vale. La flexibilización laboral y el freelance traen consigo una
flexibilización del tiempo; en efecto, el trabajador “sin horario” es dueño de
su tiempo, pero es también el triunfo del sujeto individual, que se cree el
único capaz de incidir en su propio y exclusivo futuro. Como lo afirma Gilles
Lipovetsky (1990)
Toda la cultura de masas ha obrado
en el mismo sentido que las Stara: como un extraordinario medio de desvincular
a los seres de su arraigo cultural y familiar y de promover un Ego que disponga
más de sí mismo. Gracias a la evasión imaginaria, la cultura frívola ha sido
una pieza clave en la conquista de la autonomía privada moderna: menos
imposición colectiva, más modelos identificatorios y posibilidades de
orientación personal; la cultura mediática no se ha limitado a difundir los
valores del mundo pequeñoburgués, ha sido también una fuerza de la revolución
democrática individualista. (253)
Acceder de manera individual a una
oferta curricular nos pone, pues, en la situación del consumidor frente a una
estantería de diversos productos que ofrecen básicamente lo mismo. Debemos
apuntar a la construcción de conocimiento –en franco, transparente, democrático
diálogo de saberes- en función de los requerimientos que exige la realidad,
entendida como diversidad no apriorística. La UC sería un espacio pues para la
construcción, la imaginación y la creatividad, para la reproductividad social.
Al respecto, vale la pena citar al propio Germán Carrera Damas, y lo cito con
una intención difícil de ocultar, cuando se expresa en estos términos sobre la
“autonomía cultural” de América Latina:
“…como una necesaria tarea de
autoconocimiento de la realidad americana que se emancipe de los marcos
interpretativos de esa realidad que se han venido formando históricamente,
dentro de la relación con el Sistema Capitalista Mundial, desde fines del siglo
XVIII hasta el presente, es decir, la dependencia en el área cultural. América
Latina, como objeto de conocimiento, como campo en el cual se hace
imprescindible la definición de sistemas de categorías que correspondan a la
especificidad de esa formación histórica; América Latina como una realidad cuya
manipulación en función de políticas, en función de planes, en función de
propósitos de transformación del orden económico, cultural, político, etc.,
requiere de la formulación de un nuevo tipo de conocimiento, capaz de detectar
en esa realidad todo lo que la singulariza, su especificidad, y que rige por lo
tanto cualquier planteamiento destinado a fundamentar políticas que lleven como
propósitos la transformación de esa realidad” (209)
En este sentido debemos revisar
toda la bibliografía existente en torno a los Calendarios Productivos,
herramientas fundamentales para la construcción de UC vinculadas a los
territorios y a los contextos. El CP –leemos en el libro Escuelas Bolivarianas
- es un instrumento pedagógico, que permite entre otros logros, la construcción
del currículo desde lo local, la integración de áreas, las escuelas en red,
todo esto en fortalecimiento del afecto y el sentido de pertenencia por el
lugar (29)
En otro lugar del texto citado,
leemos:
Como modelo de investigación para
el desarrollo endógeno, hemos asumido el Calendario Productivo como instrumento
que permite, a través del diálogo de saberes (saber popular con saber
académico), conocer la historia, la cultura, la ecología, el ambiente, la
producción, la economía, la salud y la organización social de la comunidad, a
los fines de elaborar la planificación de la educación y el trabajo productivo
de la escuela (46)
(…)
Por su parte, en el estado Zulia,
la etnia Bari ha construido su currículo con la metodología del Calendario
Productivo, que ha desarrollado el interés de los niños y niñas en aprender,
con una pedagogía propia, basada en sus propias raíces, sin competencia, sin
violencia, con una relación humana que permite la incorporación de los
ancianos. Trabajaron y mostraron la Kirora (pesca), con sus distintos pasos: el
chuzo, la cesta, la hoja, la construcción y el papel del hombre, la mujer y los
niños y niñas. Así como el tejido de lana (55)
En un Boletín de la Fundación
CENAMEC, Año 3, Número 9, Septiembre de 2006, leemos lo siguiente. Cito in
extenso por la claridad y la pertinencia de estas ideas en función de la
construcción de UC articuladas a la realidad y a nuestros contextos:
El Proyecto Calendario Productivo
Sociocultural (CPSC), se concibe como un instrumento de investigación
etnográfica que utiliza el diálogo de saberes para identificar y vivenciar la
historia, cultura, mapa local, cosmogonía, salud, ambiente, preservación del
agua, producción, celebraciones, economía y organización social de la
comunidad. Este proyecto es una estrategia pedagógica que funciona como
constructor permanente del currículo educativo y que puede convertirse en
patrimonio cultural de los pueblos, debido a que promueve:
· Traspaso del saber desde lo
procedimental
· Transversalidad
· Integración de las áreas del
conocimiento
· Construcción de PPA y PEIC
· Construcción del currículo desde
lo local
· Lo productivo como reflejo de la
esencia cultural de los pueblos
Algunos de los elementos que
constituirían los calendarios productivos serían: ciclos lunares, periodos de
lluvia y sequía, clima, flora y fauna, diagnóstico del agua, enfermedades,
medicina tropical, mapa local, toponimia, gastronomía, tradiciones, ciclos de
producción agropecuaria, caza y pesca, artesanía, organicidad comunitaria,
saberes comunitarios, efemérides locales, servicios, ferias, juegos,
arqueología, entre otros. Por otra parte, el CPSC ha propiciado como
metodología y herramienta la lectura de la realidad local, la construcción del
currículum propio, el mapa local para reverenciarse en lo universal, la
toponimia y etnonimia como forma de valorar la historia colectiva y no el
individualismo de sobresalientes solitarios, próceres, cronistas de los
principales, la investigación y el traspaso de la producción como fuente y
reinversión cultural que poco reconocen los promotores de arte y artistas de
espectáculos, así como espectadores.
Se han promovido todas las
modalidades de acceder al conocimiento acumulado, no solo para investigar, sino
para recibir todas las formas en las cuales el pueblo se expresa con todo lo
que el ser humano ha acumulado como forma de traspasar con responsabilidad lo
que acuña como memoria colectiva, con el celo y la maña de cada quien. La idea
es leer la realidad para ir tejiendo el camino desde los niños y niñas,
fortaleciéndolos en lo propio, ahora que la cultura es una misión y que la
escuela está comenzando a usar el conocimiento de la comunidad para luego ir a
lo universal. Sería también bueno que las bibliotecas se pongan a tono para no
seguir promoviendo solamente la lectura de libros mientras la palabra hace
silencio.
Unidad Curricular y Colectivos de
Investigación
Hablo entonces de que las UC no
tienen sentido (si no responden al P-UBV-C), y que lo que se requiere es
sensibilizar y abrir los colectivos de investigación, acción, participación, a
la construcción con la comunidad de los conocimientos, técnicas y tecnologías
que requiere el diseño, la ejecución y la evaluación de su Plan de Desarrollo.
Para lograr este objetivo está
claro que la Administración tradicional es insuficiente. En efecto, la
administración que conocemos parte de realidades ya dadas, pues toda
administración –según el modelo Occidental que ha requerido de la burocracia
para su funcionamiento- es apriorística. Y si nos cuesta imaginar un tipo de
organización y administración no apriorística en otras áreas, al menos en lo
educativo no debería responder a tan rígidos mecanicismos del tipo causa-efecto.
Sospecho sí, que cuando se practique una educación fundada en nuevas relaciones
espacio-temporales, no burocráticas ni alienantes, críticas de un apriorismo
paralizante e inercial, las demás relaciones administrativas -digamos
empresariales, industriales, de bienes y servicios- serán impactadas y
movilizadas a la transformación, pues serán consecuencia de las nuevas
relaciones de producción de ciencia y tecnología.
Estrategia: Territorialización
Se sugiere la siguiente estrategia:
“territorializar” los grupos de estudiantes (C-IAP) en función de su habitar en
comunidades específicas. Esta opción choca con el presupuesto administrativo de
que una UC debe contener un determinado número de estudiantes.
Sobre la territorialización de las
actividades educativas comunitarias, vale la pena leer el siguiente
planteamiento, hecho por Antonio J. Colom Cañellas (1995):
…el principio de cualquier acción
educativa orientada hacia la mejora del ambiente descansa en el análisis de la
problemática ambiental más próxima. Ello nos lleva a plantearnos la necesidad
que poseerá el trabajador o educador social de territorializar sus actividades,
o sea, de diseñar las intervenciones sociocomunitarias en función de las
características y necesidades de la comunidad objeto de sus acciones.
Territorializar supone pues analizar las necesidades de la población así como
sus expectativas en función siempre de los aspectos geofísicos y
socioculturales que especifican las características de la comunidad. (M.
Marchioni, 1989). Intentar integrar la acción sociocomunitaria a las
costumbres, tradiciones, expectativas y necesidades de la población es el
primer paso que pueda asegurarnos el éxito o los objetivos perseguidos, y ello
implica un estudio previo de todas las circunsuncias y variables que
intervienen en la definición del entorno natural y sociocultural sobre el que
pretendemos trabajar (A. Maillo, 1979, 0. Carbo & R. Catalá, 1991, cap. 1 y
II).
Y también éste otro, más cercano y
puntual, del ya citado Omar Ovalles:
Esto significa, nada más y nada
menos, que establecer sobre la base territorial local las instancias de
coordinación política y administrativa de los diferentes entes públicos
vinculados a la educación y de la sociedad organizada, para lograr
la sinergia necesaria que requiere el proceso de transformación del país hacia
el llamado Socialismo del siglo XXI.
Como bien expresa el documento
Unidades territoriales integrales de la educación bolivariana (MED 2005), se
trata de apuntalar el proceso de identificación y construcción de nuevas
estructuras sociales educativas revolucionarias que, con un basamento
local, permitan articular todas las acciones educativas y
productivas del Gobierno Bolivariano en el marco de una democracia
participativa y protagónica.
Pienso que se debe cuestionar el
mencionado presupuesto (virtual y simbólico) y crear C-IAP sin atender al
número de integrantes bajo criterios apriorísticos, porque lo verdaderamente
importante es que el colectivo promueva y active en su comunidad (en su
territorio) el P-UBV-C,
previo pero también simultáneo diagnóstico (porque se trataría ya de un
Diagnóstico Participativo) que nos permita saber en qué fase de organización se
encuentra la comunidad, y actuar en consecuencia. Los resultados de ese
diagnóstico deberán alimentar una Sala de Información que nos permita hacer
seguimiento y evaluación del trabajo comunitario.
Desde esta perspectiva UBV y Misión
Sucre se encuentran estrechamente, sobre todo a partir de asumir la
territorialización como profunda estrategia de municipalización con el fin de
llevar la educación universitaria “hasta el último rincón de Venezuela”
…teniendo en cuenta la
interrelación entre lo local, lo regional y lo nacional, la pertinencia social,
sentido de arraigo y el compromiso con el impulso y la promoción del desarrollo
endógeno sostenido de cada una de las regiones, en los espacios educativos que
emergen en los diversos ámbitos de la vida social.
Y sin dejar a un lado ni mucho
menos sino integrando a todas estas reflexiones, la existencia, expansión y
consolidación de los Consejos Comunales, el avance en la nueva geometría del
poder y la reordenación del territorio, que bien nos pueden hacer pensar en
redes de Universidades Comunales, como expresión del poder popular. Estas
universidades comunales, articuladas en red y constituyéndose en universidades
mancomunadas, responderían a necesidades territorializadas y aprovecharían las
experiencias y los potenciales creadores de sus comunidades. La idea de toda
red es el tejido y el abandono de jerarquías y sistemas centralizados, porque
“es evidente –Jean-Claude Guédon (2002) que si hay un centro, basta con
destruir ese centro y rápidamente todo se hundirá”. En cambio, si se dan nudos
o polos relativamente equivalentes, se permite pensar en centros alternativos,
rotativos, flexibles, dinámicos, más atentos a las exigencias y necesidades del
proceso político que del poder. La red, dice Guédon, se hace más fuerte si el
mensaje se corta en trozos y se hace pasar “de todas las formas posibles”. En
la universidad o mejor, en una escuela integral comunitaria, tal como la
prefiguro, todos los trozos se juntarían, esto es, todos los saberes, todas las
particularidades, toda la memoria y la cultura de las comunidades que ahí
confluyen y de allí refluyen con el objetivo de llevar adelante –a la medida de
sus sueños colectivos- su plan de desarrollo.
La escuela sería el espacio idóneo,
propicio y necesario para la experimentación, el análisis, la sistematización,
espacio adonde confluiría la comunidad entera sin separaciones administrativas
(elitescas y clasistas, y por ende discriminatorias) innecesarias, inerciales y
paralizantes. La universidad (espacio de relaciones y construcción de
conocimiento colectivo) respondería así a una necesidad de la comunidad
organizada. Decía Simón Rodríguez:
Esta fuerza es la que hace las
revoluciones
los hombres que figuran en ellas
son instrumentos de la necesidad
Son ACTORES nó AUTORES
Abramos la historia: y por lo que
aún
no esté escrito, lea cada uno en su
memoria
Conocimiento y Comunidad
Las áreas de conocimiento deben
responder a exigencias de la realidad, y de seguro superarán las relaciones
apriorísticas que estamos acostumbrados a trazar entre UC y plan de formación.
También puede suceder que la UBV tal y como la conocemos no pueda acometer
tales exigencias, por lo que debamos pensar en la UBV y en la Universidad en
general como en un espacio de relaciones determinadas por la necesidad de
investigar, conocer y actuar según los planes de desarrollo de nuestras
comunidades, articulados al Proyecto país.
Cuando prefiguro a la Universidad
como un espacio de relaciones pienso en la articulación de todos los elementos
que harían posible el desarrollo comunitario, lo que incluye en términos
tradicionales, a estudiantes, profesores, asesores, administración, etc. La
división responde, como ya dije, a una visión tradicional, fundada sobre los
grados y el progreso lineal y mecánico. Esta linealidad es falsa y conduce a
perversiones que se expresan en la competencia, el éxito personal en detrimento
de lo colectivo. La división promueve la exclusión. No debe llamarnos a
extrañeza que las carreras más decisivas que se imparten en las Universidades
tradicionales estén vedadas a la mayoría, bien por índice académico, bien por
extracción social. (Sólo hace pocos días el Estado venezolano acometió un acto
de justicia al eliminar la Prueba de Actitud Académica y las Pruebas de Ingreso
a las Facultades, con lo que se adelanta en el proceso de democratización y
socialización del conocimiento en las Universidades tradicionales que habían
privatizado el acceso a pesar de llamarse públicas.) Las “carreras” menos
importantes, según el grado de relación con el Mercado global del conocimiento,
estaban abiertas a cualquiera y empleadas como “trampolín”. La división se
ajusta pues, a una ética de la individualidad y el egoísmo que mal se aviene
con ideas comunitarias y socialistas. De hecho, para cualquier bachiller la
imagen de estudiar en el exterior, bien lejos de la comunidad, era una suerte
de ensueño. La Universidad se entendía como un espacio de ascenso social, que
alejaba de los otros (no universitarios) y de la propia comunidad, en tanto
acercaba al Mercado del Conocimiento Global, a la Comunidad Científica. La
Escuela Integral Comunitaria, incluyente y socialista, no crea privilegios ni
entronizaciones académicas, no genera comportamientos y actitudes
meritocráticas, de ahí que no gradúe ni egrese. Por supuesto, tampoco “raspa”.
La visión de Simón Rodríguez es
mordaz y profundamente comprometedora, cuando ya en el siglo XIX afirmaba:
La Instrucción Pública actual, bien
vista, no es otra cosa que un establecimiento hecho por el Gobierno (ó por
cualquiera) para ejecutar, al pié de la letra, lo que mandan los padres de
familia, ó para adivinarles los pensamientos, cuando no saben decir lo que
quieren mandar (46)
La investigación, el ansia de
conocimiento, la pulsión por explorar se alimenta en base a necesidades
materiales y espirituales -“…la necesidad determina la especie de acción, y las
circunstancias declaran la necesidad” pensaba Rodríguez (2004: 44)-, no en base
a principios crematísticos y de privilegio.
En el momento histórico en que nos
encontramos, cada uno de los grupos que reconocemos como actores de la
educación (profesores, estudiantes, administración, etc.) ocupan
administrativamente lugares estancos, definidos y delimitados por
consideraciones nuevamente administrativas que, como sabemos, cubren –a veces
hasta la asfixia y la parálisis- lo académico, lo profesional, etc. Hablo
entonces de la necesidad de que nuevas relaciones de producción de conocimiento
y transformación propicien el des-estancamiento y promuevan la eliminación de
los límites administrativos (a-priorísticos) en función de los requerimientos
de la realidad. En otras palabras, el aprovechamiento real y efectivo de los
potenciales de conocimiento y transformación que existen en la comunidad y en
la propia UBV, aprovechamiento que, como se vislumbra, trasciende lo
administrativo.
Se observa que, si la UBV es un
espacio de nuevas relaciones de producción de conocimiento y transformación que
supera las clásicas divisiones administrativas, la Comunidad se tornará espacio
de integración pues comprenderá a la Universidad sin crear diferencias
administrativas que, aún pequeñas resulten tarde o temprano infranqueables. De
lo que se trata es que la noción de Comunidad integre sin solución de
continuidad a la misma Universidad en una nueva unidad que bien podemos manejar
con el conocido nombre de Comunidad de Aprendizaje (CA). La definición que da Rosa
María Torres (2004) puede sernos de gran utilidad:
“Una Comunidad de Aprendizaje es
una comunidad humana y territorial que asume un proyecto educativo y cultural
propio, enmarcado en y orientado al desarrollo local integral y el desarrollo
humano, para educarse a sí misma, a sus niños, jóvenes y adultos, gracias a un
esfuerzo endógeno, cooperativo y solidario, basado en un diagnóstico no sólo de
sus carencias sino, sobre todo, de sus fortalezas para superar dichas carencias
(…)
La propuesta de Comunidad de
Aprendizaje que exponemos aquí sintéticamente integra educación escolar y
no-escolar, recursos reales y virtuales, en un ámbito territorial determinado
(urbano y/o rural) (…) Se inspira en el pensamiento más avanzado y en la mejor
práctica de la “educación comunitaria” y de movimientos como la Educación
Popular en América Latina. Toma asimismo elementos de la “visión amplia de la
educación básica” propuesta en la Conferencia Mundial sobre Educación para
Todos (Jomtien, marzo 1990). No se plantea como un modelo cerrado, limitado al
ámbito local, deslindado del Estado e incluso pensado como alternativo a éste,
sino que se plantea expresamente como una propuesta de política educativa,
centrada alrededor de una estrategia de desarrollo y transformación educativa y
cultural a nivel local, con protagonismo ciudadano y teniendo en la mira el
desarrollo local y el desarrollo humano”
Jesús Gómez Alonso, profesor de la
Universidad de Barcelona, España, plantea igualmente un aspecto de la CA que
amerita consideración:
Dentro de los centros de educación
(a nivel mundial) que consiguen éxito, es decir, que logran aumentar el
aprendizaje y superar el fracaso escolar a través de una mayor participación y
solidaridad, están las Comunidades de Aprendizaje: escuelas que, al abrir sus
puertas a los miembros de la comunidad, se transforman en Comunidades de
Aprendizaje, dando así una respuesta educativa igualitaria a la actual
transformación de la sociedad industrial en sociedad informacional (Castells,
1997-1998/1996-1997). En este proceso, el aprendizaje cada vez depende menos de
lo que ocurre en el aula y cada vez más de la correlación entre lo que ocurre
en el aula, el domicilio y la calle (Castells, 1994).
Escuela Integral Comunitaria
Desde esta perspectiva la educación
inicial, primaria y secundaria, en la división administrativa que conocemos,
carece de sentido. La Comunidad de Saberes integra a toda la comunidad creando
una suerte de Escuela Integral, así la Comunidad toda pasaría a ser el ámbito
total de la escuela.
…la escuela (leemos en un artículo
producido en el 2005 por el Ministerio de Educación y Deportes) debe contribuir
a la construcción de espacios que permitan el estudio, análisis y reflexión de
todos los integrantes de la escuela y su entorno. Este intercambio de
experiencias, de diálogo, de compromisos, de visión, es la esencia del Proyecto
Educativo Integral Comunitario en cada plantel, en estrecha vinculación con el
proceso de participación ciudadana que se está gestando en el país.
La escuela integral trabajará
necesariamente en un Proyecto Educativo Integral Comunitario, enunciado así
para la primaria y la educación secundaria, pero que en pro de la continuidad
del sistema debe implicar a la UBV. Desde esta perspectiva inclusiva podemos
leer lo siguiente:
El Proyecto Educativo Integral
Comunitario se fundamenta en una concepción holística y específica del hecho
educativo, donde se analizan las necesidades y aspiraciones sentidas por el
colectivo que conforma el plantel y su entorno, para luego generar alternativas
que permitan el mejoramiento de la calidad de la educación como un hecho de
significación social.
A través del intercambio de saberes
entre los y las docentes, alumnos y alumnas, padres, madres, representantes y
comunidad en general se persigue generar estrategias que surjan del propio
medio educativo en el marco de la corresponsabilidad y cooperación, creando
espacios de discusión con una visión de equipo, donde todos y todas aporten y
reciban información, en aras de lograr consensos para el diseño, ejecución y
evaluación de las acciones propuestas y particularmente tomando en
consideración nuestras modalidades históricas y culturales de solidaridad
colectiva, en atención a las culturas indígenas y rurales.
Nada ni nadie mejor que la
comunidad podrá ejercer la educación de sus hijos, de sus jóvenes y
adolescentes, de sus adultos y ancianos. Se entiende que los laboratorios,
salones, bibliotecas, etc., se puedan encontrar en un edificio o en espacios
comunitarios, pero lo que los define hasta ahora como exclusivos de actividades
“escolares” es precisamente la división administrativa que hemos venido
criticando, que divide, privatiza y lleva implícita las políticas de exclusión.
Cuando esta situación definitivamente periclite, el laboratorio, la biblioteca,
los salones, serán espacios comunitarios, en otras palabras, espacios para el
encuentro y la sistematización de los conocimientos que la comunidad necesita
construir en función de su plan de desarrollo y transformación. Juan Delval
(2002) es del mismo parecer cuando afirma que “las escuelas deberían poner sus
recursos al servicio de toda la comunidad” (143).
En este orden de ideas, Jesús
Martín Barbero (2002) trabajando las ideas de Joshua Meyrowitz nos recuerda que
hasta el siglo XVII –siglo, por cierto, en el cual “la lógica de la producción
de los bienes materiales adquirió prioridad sobre la de las personas” como lo
afirma Jean-Pierre Warnier (Reig, 2004)- no existió la escuela como espacio
separado de la comunidad:
J. Meyrowitz apoya su trabajo en
investigaciones históricas y antropológicas sobre la infancia, en las que se
descubre cómo durante la Edad Media y el Renacimiento los niños han vivido todo
el tiempo revueltos con los mayores, revueltos en la casa, en el trabajo, en la
taberna y hasta en la cama, y es sólo a partir del siglo XVII que la infancia
como tal ha empezado a tener existencia social. Ello merced en gran medida al
declive de la mortalidad infantil y a la aparición de la escuela primaria, en
la que el aprendizaje pasa de las prácticas a los libros, asociados a una
segmentación al interior de la sociedad que separa lo privado de lo público, y
que al interior de la casa misma instituye la separación entre el mundo de los
niños y el de los adultos.
Sobre esto afirma Delval: “las
instalaciones escolares deberían estar abiertas, no sólo a la población joven,
sino a todos los ciudadanos” (145).
La segmentación del espacio trajo
además segmentación en el conocimiento, de modo que comenzó a existir de manera
definitiva como hasta hoy, conocimientos para adultos y conocimientos para
niños, con el agravante de que el conocimiento desde la perspectiva de los adultos
permeó e infiltró todos los demás saberes, hasta el punto que la visión y
comprensión del mundo desde la perspectiva de los niños –negando con ello una y
otra vez, por cierto, la enseñanza de Simón Rodríguez, cuando advertía:
Empiécese el Edifio Social, por los
CIMIENTOS!
nó por el TECHO… como aconsejan los
MÁS:
los Niños son las PIEDRAS
(Rodríguez: 207)
fue y es abolida desde las primeras
lecciones en la escuela, sustituida por la visión desencantada de los adultos,
que supuestamente facilita (por digestión previa) su comprensión por medio de
“técnicas y estrategias pedagógicas” que una serie ininterrumpida y sin fin de
teóricos de la educación han calificado como fracasadas: A propósito citemos un
fragmento del prefacio del libro La escuela posible (2002), de Juan Delval:
“Los problemas de la educación
parece que reviven cada vez que se vuelve a plantear una reforma educativa,
cosa que sucede con cierta periodicidad, pero cuando se examinan las propuestas
con detalle siempre se tiene la sensación de que se está dando vueltas
alrededor del mismo lugar. Si se analiza la situación de la educación, las
prácticas educativas, la organización de la escuela, y se vuelve la vista atrás
para mirar lo que pasaba hace años o siglos, nos encontramos con situaciones
parecidas, los mismos problemas, y estamos obligados a hacer idénticas críticas
que nuestros antecesores de hace 50 o 100 años. Observando a nuestro alrededor
encontramos las escuelas en una situación estancada, necesitadas de cambio,
desfasadas de su tiempo, y entran ganas de ponerse inmediatamente a cambiarlas.
Es tan obvio que no sirven para lo que dicen que sirven que no se entiende cómo
subsisten un día más en la misma situación. Y sin embargo no cambian” (7)
El espacio segmentado, como
sabemos, generará estrategias educativas desde y a partir del aislamiento. En
efecto, se pasa de las prácticas a los libros, acompañado ello de
segmentaciones en otros órdenes de la realidad. Resulta evidente que la idea de
una universidad vinculada a la comunidad deberá cuestionar e interrogar estas y
otras segmentaciones que se comienzan a diseñar desde el siglo XVII. Pasar de
los libros a las prácticas es de alguna manera “desaprender”, y no tenemos
mucha experticia en dejarnos conducir por la experiencia de los que saben sin
libros; no obstante:
Solamente en una sociedad de
diferenciación continua, como una sociedad de individuos soberanos sin
mediaciones despóticas, existiría una multiplicidad de saberes, todos ellos
legítimos (Del Búfalo: 168)
La sociedad despótica (y
meritocrática) establece, en cambio, una clara diferencia entre “el saber
legítimo que se ciñe a la sobrecodificación que la rige y aquellos saberes
deslegitimados que tienen su origen en codificaciones arcaicas” (168).
Hacia un Sistema de Información
Comunitaria
Una de las funciones del Consejo
Comunal es la construcción de un Sistema de Información Comunitaria, en lo que
observo una integración de la información, de toda la información, que la
comunidad requiere para llevar a cabo su plan de desarrollo. En otras palabras,
si las escuelas entendidas como Comunidad de Saberes no se integran al Plan de
Desarrollo, éste no será posible o en todo caso, se percibirá como algo que
sucede al margen de la escuela. Lo cual a todas luces resultará un error. Está
claro que toda la comunidad debe participar en su Plan de Desarrollo y esto es
posible porque maneja, procesa y alimenta su Sistema de Información
Comunitaria, del cual la escuela es, necesariamente, parte esencial.
No se puede concebir un plan de
estudios para habitantes de la comunidad que no contemple, por ejemplo, la
historia de la comunidad articulada a la historia de la ciudad, del estado, del
país, de América Latina y el mundo. No se puede concebir un plan de estudios
que no comprenda en sus contenidos la constitución demográfica, poblacional,
cultural, de la comunidad. Que no tenga un perfil de sus epidemias, de sus
enfermedades, de sus índices proteínicos. Estos contenidos deben ser
incorporados a los planes de IAP porque forman parte sustancial del Plan de
Desarrollo de la Comunidad.
Hay mucha información
científico-técnica que requiere, qué duda cabe, especialización, pero el
problema ha estado en que dicha especialización se ha llevado a cabo aislada de
contextos socioculturales específicos, y por supuesto, integrada a un modo de
concebir la educación, la escuela y las universidades, aisladas de realidades
socioculturales. De lo que se trata es de replantear la situación y llevar la
especialización a escalas locales en función de solucionar problemas locales
que, sin duda tendrán impacto a mayor escala.
De lo local al ALBA
La educación no se ha mirado desde
una perspectiva local, y ha estado siempre vinculada a conocimientos y saberes
alejados de los contextos y en la mayoría de los casos abstractos; además,
cuando se piensa y trabaja especializadamente, se hace en función de industrias
y empresas, de mercado laboral, con intereses y vinculaciones globales. Así se
ha hecho con la ciencia y la tecnología aplicada a la medicina, a la industria
automotriz, a la agropecuaria, etc.
Pienso que se debe mirar el mundo
desde nuestros contextos, y el Plan de Desarrollo Comunitario debe atender a
las relaciones que establece necesariamente la comunidad propia con las
comunidades próximas y lejanas.
Pienso que las estructuras
administrativas que conocemos en el área de la educación -y la UBV no escapa a
ello- parten de una institucionalidad abstracta, que concibe el conocimiento,
la ciencia y la tecnología en función del mundo trazado y dirigido globalmente.
Es esto lo que ha llevado a que la educación no responda a las necesidades de
las comunidades, y a remarcar la tendencia que apunta a la desaparición
precisamente de las comunidades, toda vez que el aparato empresarial e
industrial que se soporta sobre los flujos de capitales trasnacionales, y que
ha permitido la construcción global de la llamada Sociedad de la Información,
amén de la devastación social llevada a cabo por los Medios de Comunicación, no
postula la existencia de comunidades, sino a lo sumo de ciudades (más
exactamente centros poblados, sectorizados y atomizados, en los que hoy pululan
las “villas” y demás formas de segregación espacial y urbana) formadas por
elites empresariales, obreros, trabajadores y, en definitiva, todos,
consumidores. En otros términos, la educación, la ciencia y la tecnología y por
supuesto las especializaciones están articuladas al Mercado y al Liberalismo en
expansión sobre todo a partir del siglo XVIII. De lo que se trata entonces es
de construir conocimiento no para el Mercado sino para las Comunidades, vale
decir, para el Pueblo organizado en redes de producción, al margen del mercado
capitalista, que precisa de la manipulación mediática para constituirse en
sociedad global de consumo.
De ahí la importancia del Alba, por
ejemplo, que debe mover a la integración de los pueblos, creando un mercado no
capitalista que incluya e integre bienes y servicios, pero también y sobre
todo, conocimientos y saberes.
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